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Algunos bebés se protegen en búnkeres en Ucrania; otros no tienen opción

Los recién nacidos que no llegan a pesar ni un kilo, están intubados o esperando una operación, no tienen la posibilidad de protegerse de los posibles ataques.

EFE

18 de marzo de 2022 07:40 AM

Suenan las alarmas antiaéreas en Odesa y en el hospital infantil más grande de la ciudad ucraniana las sanitarias se preparan para bajar a los niños y neonatos a los búnkeres subterráneos. Pero algunos bebés no tienen la opción de protegerse de los posibles ataques.

El plan de evacuación bajo tierra comienza con la sirena, que suena como si fuera una alarma de incendios. La doctora Vlada, del departamento de Traumatología, es la encargada a lo largo del día de organizar las familias con sus bebés para bajar a los búnkeres mientras se mantenga la alerta, que se activa ante una posible amenaza hacia Odesa, uno de los objetivos de las tropas rusas.

Pero en una de las plantas se encuentra la sala de cuidados intensivos y reanimación de los neonatos. Algunos bebés, que no llegan a pesar ni un kilo, están intubados o esperando una operación, y no tienen la posibilidad de ser bajados a los búnkeres, por los que a las sanitarias solo les queda una opción: apagar la luz para evitar ser vistos y proteger todo lo posible la planta, incluso con colchones.

Quién sí y quién no

En fila y escaleras abajo, algunas de las madres que sí pueden bajar con sus hijos los llevan en el portabebés y se van colocando en los diferentes refugios del Hospital Clínico Infantil de Odesa, donde esperan con angustia a que se detenga la alarma.

En la unidad de Cuidados Intensivos no pueden protegerlos, “solo ponemos celofán en los cristales que han sido reforzados y cubrimos las ventanas (...)”: directora del hospital, Tatiana Pokatilova.

La directora del hospital, Tatiana Pokatilova, afirma a Efe que tienen “todo organizado” para cuando suena la alarma, que en un día puede llegar a escucharse varias veces, sobre todo por la madrugada, con “personal en cada edificio dedicado al plan de evacuación”.

Pero en la unidad de Cuidados Intensivos, “no podemos protegerlos, solo ponemos celofán en los cristales que han sido reforzados y cubrimos las ventanas con cortinas e, incluso con colchones”, explica.

La doctora señala que es “imposible” poder bajar a esos bebés que, o bien se están recuperando o están en una grave situación, ya que la mayoría pueden sobrevivir al estar conectados a los sistemas de ventilación.

Natalia Sivolav, jefa de la Unidad de Cuidados Intensivos para neonatos y niños del hospital, señala que también “apagan la luz” para no ser vistos desde fuera, ya que tienen miedo de que el hospital infantil sea uno de los objetivos de los ataques rusos, como sucedió la semana pasada en el materno-infantil de la ciudad de Mariúpol, según denunciaron las autoridades ucranianas.

La directora del hospital señala que hasta el momento son “afortunados” porque no se han visto afectados directamente por el conflicto.

En la habitación de la UCI para neonatos, con capacidad hasta doce bebés, no pueden quedarse las madres, aunque sí pueden entrar para visitarlos durante unos minutos.

La madre de unos de los bebés espera desesperada alguna noticia, de cuclillas y sin levantar la mirada, sin importar lo que la sirena esté alertando. Sivolav dice a Efe que su pequeño puede que no pase de esta noche al haber nacido con una malformación cardíaca grave.

En otra habitación está Darya, de 23 años, que ya tiene a su hijo Svyatoslav en brazos por primer día después de que saliera ayer de la UCI.

Procedente de un pequeño pueblo del área de Mikolaiv, una de las ciudades-escudo que los rusos están atacando y que es la puerta a Odesa, Darya dio a luz y fue llevada en coche a Odesa, después de no poder acudir a Mikolaiv porque bombardearon el puente que lo conecta con la urbe.

“No fue para nada un viaje cómodo”, subraya Darya, que dice que se siente “mejor y más calmada” en Odesa, pese a ser una ciudad amenazada.

Lo que sí tiene claro es que cuando su hijo pueda ser dado de alta, volverá a casa.

El personal no se va

La directora del hospital señala que hasta el momento son “afortunados” porque no se han visto afectados directamente por el conflicto y no han recibido niños heridos por los ataques.

Han preparado varios planes de emergencia y ya no acogen apenas a niños con una situación leve, aunque siguen haciendo consultas: “En general, hemos centralizado todo y tenemos una estrecha cooperación con las farmacias y contamos con la ayuda de los países europeos, que reaccionaron rápidamente. Todo el mundo que pudo ayudar lo ha hecho”, asevera.

Entre los planes de emergencia, se decidió en los primeros días de la guerra, iniciada el pasado 24 de febrero, que “todos los niños con cáncer que seguían un tratamiento de quimioterapia fueran evacuados a Moldavia”, apunta.

En la actualidad, Odesa vive una calma tensa después de que el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenski, indicara hace dos semanas que la ciudad portuaria, la llamada perla del mar Negro, ibaa ser atacada por los rusos, que tienen fragatas colocadas cerca del puerto.

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Ante esta situación muchas mujeres y niños han decidido huir del país, superando ya los 3 millones de refugiados, según datos de la ONU, lo que se considera el exilio que avanza más rápido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Sin embargo, el personal del hospital, prácticamente todas mujeres, no se va: “Todas las sanitarias se han quedado en nuestra unidad. Somos afortunadas porque nadie se ha ido”, señala Sivolav.

“No tenemos alternativa. Necesitan tratamientos específicos y si no hay médicos ni enfermeras que puedan hacerlo, ¿quién va a cuidar de ellos?”, zanja.

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