Iván Enrique Prins cuenta la historia de cómo pasó de pesar 140 kilos a 80. Él se considera un joven al que, aparentemente, nunca le ha faltado nada. Terminó su carrera en medicina, tiene un buen empleo y una familia que siempre lo “alimentó muy bien”, es decir, que de hambre jamás padeció, pero en el fondo algo le hacía falta.
Hasta que un día, cuando fue a comprar un bonito vestuario, la ropa que a él le gustó no le entró. Sí, Iván estaba gordo, y su autoestima estaba por el piso. Él ha padecido de sobrepeso durante casi toda su vida, hasta que en el 2017 puso fin a ese calvario.
Hoy, en el Día mundial contra la Obesidad, este hijo del barrio Crespo cuenta su historia de superación y de cómo esta enfermedad puede destruir vidas. (Le puede interesar: ¿Obesidad? Cinco especialistas que deberían intervenir en el tratamiento).
“La causa es por baja autoestima”
La historia de Iván es particular, pues considera que la obesidad es consecuencia de una baja autoestima.
“Existen personas que sufren de ansiedad porque tienen muy baja autoestima, por eso cuando se sienten mal se refugian en la comida y, si no se controlan, suben de peso”, subrayó.
Claro está, como profesional en auditoría en servicios de salud, Iván reconoce que hay quienes sufren de obesidad por otra patología, como la tiroides. Sin embargo, eso se presenta en menor proporción que los que están obesos por un desequilibrio alimenticio.
“La mayoría de las personas que tienen sobrepeso no aceptan que están gordos. Muchos creen que no necesitan cambiar, que se ven bien así y que eso representa salud por estar aparentemente bien alimentados. Pero lo cierto es que están gordos, y lo más sano es bajar de peso por amor propio y por salud”, precisó Prins.
Este joven, de 29 años, también recuerda que su sobrepeso era consecuencia de una cultura alimenticia de familia. En su casa, casi todos son “gorditos”, y el día en que Iván decidió someterse a una cirugía bariátrica para tratar su obesidad, su familia insistió en que él no lo necesitaba.
“Me sometí al tratamiento quirúrgico por decisión propia. Al principio hice dieta, pero no fue suficiente. Yo estaba seguro de que después de bajar esos kilos de más, me volvería el autoestima al cuerpo, y así fue. Ahora me pongo la ropa que me gusta, me siento liviano, camino sin agitarme, hago ejercicio y tantas cosas que antes no podía hacer”. (Lea también: Cambiar hábitos, ¿una tarea difícil en personas obesas?).
Después de la cirugía, Iván bajó al extremo, quedando en 80 kilos, sin embargo, era necesario reponerse para que su cuerpo no se descompensara, y hoy su cuerpo se mantiene en 100 kilos, al sumarle la masa muscular que adquirió en el gimnasio. Esto es proporcional a su estatura de más de 1 metro 80.
“Para mantenerse no es necesario dejar de comer, es saber hacerlo. Me encantan las alitas de pollo, pero las como una vez por semana. Antes era indispensable el arroz, ahora entiendo que no es la comida que más alimenta”, explicó el profesional de la salud.
Y esa es la historia de Iván, quien reconoce que la gordura no es salud. Por eso el mensaje que le extiende a la ciudadanía es a que se amen y cuiden del instrumento más importante para vivir: su cuerpo.
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