Salud


Las razones por las que hay gente que no se contagia de COVID-19

Algunos individuos no se infectan pese a entrar en contacto directo con el virus, dice un estudio.

COLPRENSA

13 de febrero de 2022 08:18 AM

Por voluntad propia 36 jóvenes sanos y sin vacunar entraron en contacto con el SARS-CoV-2, el virus causante de la actual pandemia. Ocurrió a mediados de 2021 en Reino Unido, en el Hospital Royal Free de Londres, especializado en el manejo seguro de infecciones altamente transmisibles.

Los resultados, publicados a inicios de este mes, detallan el proceso de infección desde que inicia hasta que aparentemente se elimina el virus por completo, además, da cuenta de una posible resistencia a la infección en cerca de la mitad de los individuos evaluados. 18 jóvenes, pese a haber recibido el virus directamente en la nariz, no se contagiaron.

Ya se hablaba de esa posibilidad antes, de unos “superhumanos”, de forma empírica y fuera de los laboratorios: médicos, amigos, familiares que, aunque habían tenido contacto estrecho y prolongado con uno o varios pacientes positivos, nunca se infectaron.

Este es el primer estudio de desafío humano hecho para covid-19 en el mundo. Ya se habían realizado similares para investigar la viruela y la malaria. En esta ocasión los riesgos asumidos por los participantes fueron significativos: desde fiebre, pérdida del gusto, problemas respiratorios, hasta la muerte. No obstante, no hubo ningún desenlace fatal para el del covid, de hecho, de los 18 jóvenes que sí desarrollaron infección, ninguno presentó síntomas graves (ver Para saber más).

Aunque la investigación está en proceso de ser revisada por pares, desde ya establece un precedente. “Ha propiciado algunos conocimientos nuevos, pero quizá su mayor contribución sea dar paso a una nueva forma de estudiar con gran detalle la infección y las respuestas inmunitarias”, señala el médico Michael Jacobs, consultor en enfermedades infecciosas del Hospital Royal Free de Londres, en el comunicado oficial de los resultados.

Fascinante, pero no nuevo

La resistencia a las infecciones no es una novedad entre los humanos. Desde hace décadas se sabe que en las poblaciones hay individuos susceptibles a formas graves de una enfermedad infecciosa e individuos no susceptibles, que tienen resistencia natural, que no se infectan. Se ha comprobado frente a otros agentes patógenos como la Hepatitis C y el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Hay personas que no se infectan.

Es así, explica Carlos Julio Montoya Marín, médico inmunólogo, PhD en Ciencias Básica Biomédicas y docente de la Universidad de Antioquia, porque aunque como especie humana hay una genética similar, entre individuos hay algunas variaciones esenciales que son producto de mutaciones históricas.

Tales cambios genéticos confieren ventajas evolutivas, por eso no es casualidad que mucha de esa variabilidad esté en los genes relacionados con el funcionamiento del sistema inmune. Que haya individuos con mutaciones que los hagan resistentes ante ciertos microorganismos “es un fenómeno evolutivo muy importante que garantiza que, en caso de que haya un virus con la posibilidad de infectar y matar a muchas personas, algunas logren sobrevivir para perpetuar la especie”.

También puede ocurrir en el sentido contrario, confiriendo desventajas. Como ejemplo están aquellas mutaciones que generan inmunodeficiencias que hacen a ciertos individuos más susceptibles ante las enfermedades.

Y hay más...

Añadido al factor genético están los llamados interferones, que también pueden verse modificados según cambios genéticos en el individuo.

Los interferones toman parte en la respuesta inmunitaria cuando una célula es infectada por un virus y lo detecta como un “enemigo”. A partir de ahí la célula produce unas proteínas mensajeras llamadas citoquinas (entre las que se encuentran los interferones) para que vayan hasta las células vecinas y lleven una alerta, de manera que las que aún no han sido perjudicadas se preparen para expresar otras proteínas e impidan la entrada del virus.

Si hay fallas o cambios en los genes que codifican para esas proteínas, la resistencia ante una infección será más o menos posible.

Entre otras explicaciones del fenómeno está el hecho de haber estado expuesto antes a otros coronavirus. En el mundo existen siete tipos circulando entre los humanos y, esas infecciones pueden generar una respuesta inmune tan significativa que quede como memoria, tanto así que el sistema inmune recuerde cómo protegerse según esa experiencia previa, un hecho que se ve facilitado porque los coronavirus, pese a tener tipos y variantes, pertenecen a una misma familia, siguen siendo muy similares.

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No obstante, en este factor también influirá la variabilidad genética, matiza Montoya. “No todos los que tuvimos infecciones por otros coronavirus endémicos generamos una respuesta de memoria que sea protectora, dependerá de mi capacidad inmunológica”.

Ahora bien, la inmunidad innata, con la que nace y que lo protege de forma general de cualquier tipo de patógeno (distinta a la inmunidad adaptativa que se adquiere con el paso del tiempo y es específica para cada agente infeccioso) también puede influir.

Países y ambientes específicos en los que los individuos están expuestos con mayor frecuencia a patógenos (virus, bacterias, parásitos), por ejemplo comunidades empobrecidas o que tienen sistemas de vacunación intensivos contra otras enfermedades, contarán con individuos con un sistema inmune más entrenado, lo que les permite que, al momento de exponerse a un nuevo reto (un nuevo microorganismo), lograr generar una respuesta inmediata y fuerte a partir de su inmunidad innata.

Depende de las variantes

El estudio de desafío humano hecho en Reino Unido utilizó en los voluntarios virus tomados de un paciente hospitalizado a inicios de la pandemia, mucho antes de que surgiera la variante alpha, señalan en el comunicado oficial.

El dato es clave porque una persona que es resistente a un virus “estándar” podría dejar de serlo dependiendo de los cambios que las variantes tengan en su genoma. “Puede que el virus desarrolle nuevos mecanismos de infección que sobrepasen la resistencia que tenía un individuo”, añade Montoya.

Como ejemplo, reseña el caso del VIH: las personas más comunes que tienen resistencia natural son aquellas que tienen una mutación en el receptor del virus (el que lo “recibe” en la célula), por lo que el microorganismo no logra unirse a las células e infectarlas. Sin embargo, esto funciona así solo con el VIH tipo 1, es decir, si el individuo entra en contacto con el VIH tipo 2, esa mutación no le servirá para hacerle frente.

¿Y los asintomáticos?

Hay una diferencia importante entre “resistencia ante la infección” y “control adecuado de la infección”. Lo primero implica, a partir de todos los factores ya reseñados, que no haya una replicación (multiplicación) del virus en las células, mientras que lo segundo se traduce en una infección normal, en la que sí hay replicación, pero con manifestación baja o asintomática.

María Cristina Navas Navas, PhD en Virología, puntualiza: “Cuando hablamos de una infección asintomática, hablamos de una replicación controlada”. Esta puede darse gracias al papel que desarrolla la inmunidad innata, las barreras físicas y químicas que tiene el organismo para protegerse de cualquier agente que pueda ser peligroso: entre las barreras a superar se encuentran la piel, la saliva, el ácido del estómago, el pH.

Si ese primer control es efectivo, es posible que posteriormente la replicación se dé, pero de forma controlada. Esto último, explica Navas, haría que la presencia de citoquinas sea poca y, en esa medida, no se desarrollarían síntomas fuertes o incluso ninguno en absoluto.

Ahora bien, como sí hay replicación viral, pese a no tener síntomas, las personas infectadas pueden “emitir” virus activamente a través de aerosoles y gotas, y por ende, contagiar a otros. Por su parte, el individuo resistente no se infecta, el virus no se replica ni un poco en sus células, por lo que tampoco puede transmitirlo.

Es decir, si a usted no le ha dado covid, es posible que no se haya contagiado porque no ha estado expuesto al virus, fue asintomático y no se dio cuenta o es un superhumano... estas dos últimas es difícil comprobarlas por usted mismo.

Para qué sirve todo esto

Conocer de manera detallada las características del sistema inmune de las personas resistentes al SARS-CoV-2 es útil para identificar qué es lo que debe ser aprovechado o estimulado a través de una vacuna o medicamento. De este modo, la prevención y el tratamiento de la infección podrían ser mucho más precisos y efectivos.

Por ejemplo, cuando fue entendida la resistencia natural de algunas personas al VIH, fue posible diseñar fármacos que bloquearan de forma específica en el receptor CCR5. “Así, cuando un paciente infectado recibe el medicamento y hace efecto, el virus que ya está en su organismo no puede seguir infectando más células”, lo que mejora su estado de salud y su pronóstico, ilustra Montoya.

Por lo pronto, los estudios de desafío humano, que en ocasiones representan un dilema ético en razón de los riesgos que implican, se establecen como una posibilidad real y factible para profundizar en el conocimiento del SARS-CoV-2. “Esta investigación brinda una plataforma clara para utilizar ahora el modelo de desafío humano para acelerar las pruebas de eficacia en nuevas vacunas o antivirales de ‘próxima generación’”, puntualiza en el comunicado oficial el médico Andrew Catchpole, coinvestigador del estudio.

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