Facetas


Irene Vallejo, la fuerza de lo frágil

Irene Vallejo es una de las revelaciones de Hay Festival Cartagena 2022. Su obra ‘El infinito en un junco’ es un libro de sabia y tierna erudición.

GUSTAVO TATIS GUERRA

30 de enero de 2022 12:00 AM

Los invisibles salvan el mundo. La obra de Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) ‘El infinito en un junco’ (Siruela, 2021), sin duda, el libro con mayor resonancia en Hay Festival Cartagena 2022 (25 al 27 de enero del 2022). Es más que la investigación de los libros en el mundo antiguo. En sus 407 páginas hay una suerte de poética erudición que abraza las perplejidades humanas en todas sus manifestaciones, y se sumerge en las grietas íntimas de la historia de la humanidad como pez en el aire de los tiempos, devolviéndonos sensaciones como si ella misma fuera testigo del primer asombro de los hombres y las mujeres dentro de las cavernas y el temblor del corazón el día en que el primer lector o lectora deslizó sus ojos por el misterio de las palabras en la piel delgada de los papiros. Creo que Irene Vallejo, luego de estar en Medellín y en Cartagena de Indias, tendrá motivos sugestivos para regresar a este país enigmático e impredecible donde aún la gente muere de amor o muere víctima de las guerras civiles que empezaron en el siglo XIX y continúan en el presente con otro nombre, pero tendrá motivos para mirar el mar o contemplar el verde azulado de las montañas o conversar a la luz de los crepúsculos donde las palabras tienen el color dorado de las ausencias. Le puede interesar: Una mirada al libro ‘El infinito en un junco’, de Irene Vallejo

Irene Vallejo, la fuerza de lo frágil

Su libro es un corazón que late en cada página y en cada palabra que elige y convierte en música delicada de sus sentimientos. “A mi madre, mano firme de algodón”, es la dedicatoria del libro. Semejante belleza. En su deslumbrante travesía por la historia, despierta de su memoria a los invisibles que han salvado al mundo hasta evocar a su propio abuelo, que en los veranos despiadados de Zaragoza salvaba a los árboles agonizantes con un poco de agua en el cuenco de sus manos. Esa destrucción que acecha a la humanidad ocurre en cada instante, a través de palabras, gestos, olvidos y torpezas, rebeldías necesarias e inspiradoras, y pequeñas transgresiones para disipar o erradicar las pestes, los cataclismos y las guerras que amenazan con destruir a la humanidad. Ella misma lo recuerda en el verso de Juan F. Rivero: “No hay nada más hermoso que ser frágil en un mundo infinito”.

Recordaba que, en nuestras sociedades patriarcales con machismos brutales heredados y enquistados, a los niños de los años sesenta y setenta se les prohibía llorar cuando se caían. Era la misma madre la que sermoneaba: “Los hombres no lloran. ¡Levántese!”.

Era un pecado llorar, mira qué torpeza del machismo que la sociedad asumió como una verdad cotidiana.

Y cuando alguien intentaba llorar en la penumbra del cine o en la soledad de la habitación en pleno duelo, sacaba un pañuelo y derramaba lágrimas a escondidas. Hoy ese mundo vive tardíamente su propia metamorfosis interior porque las realidades sociales embisten sin piedad contra los prejuicios de siglos pasados. La certeza de nuestra fragilidad la desnudó la peste de 2020. Y hoy, como lector poseído por el encanto de esta delgada e iluminada mujer cuyos ojos de agua cruzan como en una textura de hilos de oro los colores del mundo, sin contaminarse, cada uno puede derramar las lágrimas guardadas por la felicidad que nos depara su bello libro del que la humanidad no se separará jamás. Las mujeres protagonistas definitivas de la historia humana siempre estuvieron y están en cada pisada certera o desacertada de las decisiones que toma la humanidad. Fueron cazadoras y pescadoras de sueños cotidianos y sublimaron los ámbitos de la casa y la alcoba no solo para perpetuar a la especie, sino para ennoblecerla con su amor, su devoción, su sensibilidad y su pensamiento. No seríamos nada ni nadie en este planeta sin las mujeres. Ellas son las musas y las diosas inspiradoras de todos los libros. Y cuando ellas los escriben, fecundan nuevos milagros que están en la tierra y en el cielo.

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Irene Vallejo es autora de las novelas ‘La luz sepultada’ (2011), ‘El silbido del arquero’ (2015). Es autora además de ensayos y libros infantiles, de las antologías ‘Alguien habló de nosotros’ (2017) y ‘El futuro recordado’ (2020). Estudió Filología Clásica y obtuvo el Doctorado Europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia.

Irene cree que el artista moderno, además de ser original, “debe ofrecer algo nuevo, nunca visto”, su libro está escrito y pensado con un lenguaje singular, casi como una sinfonía de las ideas que convierte la documentación de la historia, en materia prima del poema. Nos recuerda que “la libertad es el oxígeno de los verdaderos artistas, y la literatura que nos importa es aquella que construye mundos propios, un lenguaje liberado de convencionalismos y formas inexploradas de narrar”.

Al verla pienso en Virginia Woolf, las dos en su tiempo, las dos se hubieran sentado a la luz de los árboles a conversar del inagotable misterio del arte de contar historias, pero ahora es Irene la que interpela los tiempos aparentemente dormidos de la historia, y despierta las epifanías de piedras y musgos, y criaturas ausentes que despiertan cuando volvemos a leer otra vez sus libros para escuchar la palpitación de las íntimas lejanías.

Epílogo

Basta que las sílabas de arena y nube afloren por la comisura de los labios de Irene Vallejo para que el mundo que vivimos, por ese instante prodigioso de su sabiduría llena de ritmo y cadencia, se embellezca con su sola presencia. Le recomendamos leer: Hay Festival Cartagena: “Los libros nos salvan en tiempos difíciles”

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