Facetas


Juan Gossain, un diccionario de sueños

El mismo Juan Gossain es un diccionario vivo que se reinventa cada amanecer con las sílabas de agua de los pájaros que cantan frente al mar de su barandal.

GUSTAVO TATIS GUERRA

20 de marzo de 2021 03:50 PM

Juan Gossain Abdala, que nació en San Bernardo del Viento, en el Sinú, nombre de agua y de vientos salados, es un hombre con una memoria que se remonta a su pasado en el Líbano, y sus recuerdos con soledades en dos idiomas son un barco errante cargado de milagros.

Su aldea natal, con nombre de santo guardián de los vientos en el mar, parece inventada por él mismo, nombre poético que el creador de Macondo recordó a la hora en que requería de un pueblo para una de sus historias llevadas al cine. Pero su propio nombre también es novelesco, y podría ser el nombre de un personaje detectivesco, un cantante de boleros, o tal vez el de un marinero en tierra: Juan Antonio Gossain Abdala Lajud Miller. Un nombre fenicio por los cuadro lados de sus ancestros, dice, como Aníbal Barca y San Agustín.

“Mi abuelo, mi padre, mis tíos, vinieron en la cubierta de un barco desde el otro costado de la Tierra. Aquí encontraron cobijo y amor. Aprendieron español peleando a trompadas con cada palabra, en el monte y en los ríos, bajo el cielo abierto, regateando con su clientela una yarda de dril o media pieza de atamina”.

Al escribir este recuerdo, aparece la sombra delgada de su padre con un diccionario bajo el brazo, un hombre que vivía día y noche con un diccionario en la mano, y a veces convertía su propio diccionario en almohada para seguir soñando con el misterio de las palabras. (Lea aquí: Juan Gossain cuenta las andanzas de don Quijote)

Lo recuerda recorriendo en mula las aldeas a la orilla del mar vendiendo lo inimaginable, botones de huesos, ropa para niños, pero entre los secretos que llevaba en el viaje siempre lo acompañaba el diccionario. La vecina lo veía leer con avidez de sonámbulo aquel diccionario recostado en su taburete creía que tal vez era La Biblia, pero se sorprendió al comprobar que el libro que lo tenía atrapado no era el libro sagrado, sino la esquiva, invisible y monumental novela de las palabras. Él lo cuenta y escribe mejor: la mujer, que también parece haber salido de uno de los cuentos de Juan Rulfo, se llamaba Brudulbrudura Morelos.

Su propio diccionario

De tanto sumergirse en el misterio de millares de palabras, su diccionario personal empezó a generar una babel al confundir, dice Juan, fogata con fragata, utopía con Etiopía, bobina con boba chiquita. También su padre, como su madre, eran personajes novelescos como la historia de su arribo al Sinú y la historia de sus amores en el trópico. Eran ya personajes de ficción y de carne y hueso antes que él los convirtiera en personajes de su novela La balada de María Abdala.

Toda su vida ha girado en torno a ese enorme diccionario que su padre y sus ancestros siempre han tenido cerca a sus manos para adivinar el reino que acababan de descubrir. Con todo lo que cuenta, escribe y recuerda, Juan Gossain ha forjado el más intenso y el más huidizo de los diccionarios: el de su propia vida, y con ese nombre lo publicó en 2019: Diccionario de la vida, publicado por Intermedio Editores.

Para él no hay una sola palabra del diccionario que no haya sobrevivido a las tempestades, las pestes de la humanidad, las guerras y los horrores de la historia humana. Porque para él cada palabra “tiene cartílagos y pellejo”, “la lengua que hablamos es de carne y hueso, porque la lengua somos nosotros”.

Juan heredó la sed de náufrago de su padre para leer el diccionario y todos los libros que tiene en su inmensa biblioteca. Además del diccionario del padre, lee como si se tratara de la novela o el poema de la divinidad, La Biblia, y lo lee como “un profundo tratado sobre las miserias y grandezas de la condición humana”, lo deslumbra, además de sus valores religiosos, por la “incomparable belleza literaria y la asombrosa exactitud periodística”. (Lea también: Juan Gossain: la ciudad donde aprendí a leer leer)

Le he escuchado decir varias veces que las más difíciles crónicas están allí, contadas en ese libro sagrado: la resurrección de Lázaro y de Jesús, que son un desafío para el más temerario de los contadores de historias. Y qué curioso, La Biblia, escribe Juan Gossain en su propio diccionario, tiene cerca de ochocientas mil palabras, y una de las más repetidas es la palabra corrupción. Además de La Biblia, entra y sale a las páginas de Don Quijote, uno de los libros que relee con la fascinación de la primera vez.

Allí se reencuentra no solo con la libertad de soñar de ese personaje legendario precursor de la novela moderna, sino con las palabras perdidas del diccionario que hablábamos en el siglo XVI. Y con algunas palabras que resisten el paso del tiempo entre los labios, en la memoria del corazón y en la sabiduría ancestral de nuestros campesinos.

La novela de su vida

Juan Gossain no solo es uno de los más grandes y consagrados cronistas del Caribe y el país, es un lugar común recordarlo ahora, pero no sobra reafirmar que es uno de los grandes escritores de Colombia, y uno de los virtuosos de la palabra hablada y escrita en todo el continente.

Él ha sido la novela de sus propios recuerdos. La novela de San Bernardo del Viento. La novela del cronista. Su prodigiosa memoria y palabra tienen el don del encantamiento.

Sabe contar, escribir y describir con una precisión de orfebre, cada filigrana con la que hilvana en oro el río inigualable de sus historias. Pero la fuente que lo nutre no es otra que el pueblo mismo, este Caribe que compite con todas las ficciones y un reino único en el mundo, una manera distinta de vivir, sentir, encarar la muerte y, sobre todo, de contar la vida.

“Nací a la orilla de este mar de prodigios, a mucha honra, y vivo orgulloso de mis orígenes, de venir de donde vengo y de provenir de quienes provengo”, lo dice y lo escribe.

“Como en el bolero, caribe soy, de la tierra donde nace el sol. Desciendo de emigrantes cartagineses que venían navegando desde el Líbano. Muchas veces he dicho que me considero el encuentro afortunado entre dos mundos. Soy hijo legítimo de un quibbe con una arepa de huevo. Nada de eso, sin embargo, me impide mirarme por entro, con el corazón desarmado, y reconocer los méritos ajenos y mis propias limitaciones”. (Escuche aquí un podcast sobre Mario Alario Di Filippo, creador de un diccionario, en el que participa Juan Gossain)

Epílogo

Juan Gossain no ha regresado a San Bernardo del Viento, le dicen sus paisanos.

Pero no ha habido un solo día de su existencia, incluso de los días de la ausencia, en que no haya estado un instante del día y la noche en San Bernardo del Viento. Es que nunca se ha ido de allí. Sigue comiendo lo que siempre lo ha hecho feliz. Y sigue nutriéndose del manjar de las palabras y las historias de su pueblo.

A veces lo despierta el rumor del mar que llega como sílaba de agua a su ventana, y cree estar en San Bernardo del Viento, pero está en Cartagena de Indias, en donde se quedó para siempre después de retirarse como director de noticias de RCN, en 2010. Y durante esta década no solo es el abuelo que consiente a sus nietos, sino el lector voraz y el hombre memorioso que escribe sus crónicas y ficciones, y prepara sigilosamente una sorpresa después del año terrible de la pandemia.

Juan Gossain Abdala se parece a esos árboles que guardan memorias antiguas y resisten los vientos del mar al pie de las aldeas alumbradas con la luz de la luna. Es una criatura sencilla y noble como los hombres del Sinú y del Caribe, nacido para contar y para encantarnos con una nueva historia.

Sus libros
Juan Gossain ha publicado las novelas La mala hierba (1982), La balada de María Abdala (2003), Al final del sueño (2006) y La muerte de Bolatristre (2004); los libros de cuentos Puro cuento (2004), Etcétera (2008), y los libros de crónicas La memoria del alcatraz (1989), Las palabras más bellas y otros relatos sobre el lenguaje (2018), estos tres últimos libros publicados en Intermedio Editores.

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