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Monseñor Jorge Enrique Jiménez: “A uno lo ponen aquí para servir”

Cumplirá 17 años como arzobispo de Cartagena el próximo 14 de abril. Será relevado el 22 de mayo por monseñor Francisco Múnera Correa. Antes de irse, habló con El Universal.

JAVIER A. RAMOS ZAMBRANO

28 de marzo de 2021 12:00 AM

Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, arzobispo de Cartagena, cumplirá mañana 79 años y, aunque confiesa que “las fuerzas se van acabando” y camina a paso lento, se ve firme y su memoria sigue intacta. Su mirada iluminada refleja la misma fe que tenía desde niño, cuando corría de su casa en Bucaramanga hasta la capilla del colegio de los Salesianos. Suspira para recordar: “Los padres Salesianos nos invitaban a los muchachos a que nos reuniéramos los domingos sobre todo, en deportes y varias actividades, pero especialmente para compartir en la eucaristía. En ese contacto, más la formación religiosa que recibí de mis padres, me pregunté a los 13 años, ¿por qué no ser religioso? Tomé la decisión y he vivido feliz”. Fue ordenado sacerdote el 17 de junio de 1967.

Estudió filosofía en la Universidad Javeriana, le encanta la docencia y pertenece a la congregación religiosa de los padres Eudistas.

Transmite esa felicidad en cada gesto, cada palabra, es un hombre alegre, lleno de paz, pese a haber pasado pruebas difíciles, como la del secuestro en 2002 en el municipio de Topaipí (Cundinamarca), por miembros de las Farc. Aquel domingo 10 de noviembre, el entonces obispo de Zipaquirá salió con el cura párroco del municipio de Pacho, Desiderio Orjuela, a confirmar a varios jóvenes en un colegio de la región. En una trocha fueron interceptados por la guerrilla. “Al padre Desiderio le dijeron que se bajara y se fuera, pero él dijo ‘yo no abandono a mi obispo’ y nos llevaron a ambos”. En el camino, monseñor empezó a orar, lo hizo más fuerte cuando lo amenazaron con amordazarlo si no se callaba. En cautiverio siguió orando, ya no solo, sino con varios de sus captores. “Uno de ellos, podía tener 17 o 18 años, se me acercó y me dijo que yo lo había confirmado años antes en un colegio cercano, me acordé porque era una escuela que estaban inaugurando en el campo y me invitaron. Ese mismo muchacho se escapó la noche siguiente”, recuerda.

Como un ángel caído del cielo, llegó a la Policía con la información de la ubicación de los religiosos. Al día siguiente se empezaron a escuchar los helicópteros del Ejército sobrevolando la zona. De repente, el grito estentóreo del sargento Mejía: “Monseñor, es hombre libre”. Los rescataron.

“Fueron 8 días de secuestro que parecieron años, bajo la lluvia muchas noches y caminando entre montañas, es increíble cómo soportan las personas secuestradas tanto tiempo, con perder un solo día la libertad es tortuoso, porque si uno no se muere por las balas, se muere por las condiciones”, dijo.

Monseñor Jorge Enrique Jiménez: “A uno lo ponen aquí para servir”
Su llegada a Cartagena

Monseñor admite que conocía muy poco de Cartagena cuando en 2004 fue nombrado arzobispo de la ciudad por el papa Juan Pablo II. La Arquidiócesis comprende, además de Cartagena, 18 municipios, prácticamente llega hasta los Montes de María.

“La mayoría del tiempo viví en Zipaquirá, 12 años. No conocía el alma del cartagenero. Cuando me llamó el nuncio apostólico y me dijo ‘te vas para Cartagena’, dije: estoy disponible y voy con todo el cariño a aprender. Así me vine. Lo primero es conocer la gente y su cultura, muy diferente al imaginario que trae uno del interior. En la parte religiosa fue una gran sorpresa, porque es una gente que ha sido formada en la fe luchadora, y para luchar se requiere fe”.

Durante estos 17 años ha ordenado a más de 70 sacerdotes y actualmente el 90% son costeños. “Escuché que los costeños eran madera no tan buena para ser curas y me llevé la sorpresa. Me encontré con un grupo de sacerdotes que provenían más de Antioquia y Caldas, y un 50% de aquí, de la Costa, por eso una de las tareas más interesantes es trabajar para buscar sacerdotes. El Seminario de Turbaco es una belleza, llegan los candidatos de aquí, de Cartagena, también de la Diócesis de Montería, de Sincelejo, de Magangué. Se mantienen 100 alumnos, de los cuales, el 60% es de Cartagena. Son 8 años para formarlos en todos los aspectos de la vida. Hay un fenómeno bonito, y es que se están motivando muchachos profesionales o que están terminando su carrera”.

También destaca el trabajo con los laicos. Cada año se realiza la Fiesta Diocesana con el fin de concentrar a los ministros laicos para servir en ocho campos diferentes, entre otros, para comunicar la palabra de Dios, para ayudar en la celebración eucarística, para servir a los pobres y para formar el canto litúrgico. “El año pasado, en junio, instituimos seis mil ministros laicos, entre hombres y mujeres. Obviamente las mujeres son las que más participan, pero hemos incrementado el número de hombres”.

Monseñor y la tecnología

Al preguntarle cuándo se imaginó ofrecer una eucaristía por redes sociales, responde con una carcajada: “Jamás”. Una semana después de llegar la pandemia del COVID-19 a la ciudad, monseñor celebra diariamente la misa a mediodía por las diferentes plataformas de la Arquidiócesis. “Yo no conocía esas palabras, que Facebook, YouTube, Zoom, etc., pero sin duda han sido un buen canal para llegar a los feligreses. La pandemia nos ha dado duro a todos en muchos aspectos, pero también muchas oportunidades. Nos limitó en las celebraciones presenciales, pero se abrió un horizonte que no habíamos implementado, como es el de las redes sociales. Hoy tenemos cientos de visitas, y sabemos que cada entrada significa, con mucha frecuencia, una familia. Llegamos a mucha más gente de a la que podíamos llegar presencialmente”. (Le puede interesar: La crisis de las limosnas, otro efecto del coronavirus)

Dice que ese logro se ha conseguido también por el compromiso de los jóvenes cartageneros. Hay 300 comunidades católicas juveniles que comparten sus capacidades para colaborar con la Iglesia.

En la pandemia la comunicación ha sido fundamental, sobre todo para recibir ayudas. Por ejemplo, con el Banco de Alimentos se llegó a más de 120 mil familias. “Tenemos la Arquidiócesis de Cartagena definida en 12 zonas y a la cabeza hay un padre y un equipo, cada zona tiene un número de parroquias y un número de familias, una red para lo religioso y la ayuda social. Cartagena tiene unos problemas de hambre y desigualdad gravísimos, por lo que recibir donaciones para los más necesitados a través del Banco de Alimentos ha sido una bendición”.

Monseñor Jorge Enrique Jiménez: “A uno lo ponen aquí para servir”
La política en Cartagena

Monseñor no ha sido esquivo a la política en Cartagena, fue testigo de las diferentes interinidades que ha sufrido la administración distrital por varios años y por eso insiste en trabajar unidos para que la ciudad salga adelante. Lo vimos como mediador entre el alcalde William Dau y el Concejo después de unos insultos entre ambas partes.

“Hay que seguir trabajando, porque la estabilidad política de Cartagena es una vergüenza. A esta ciudad le falta mucha conciencia política. El papa Francisco en Fratelli tutti habla de que si no llegamos con el valor de la honestidad a la política, no hay remedio. Es un tema complicado, hay muchos políticos que buscan la política para enriquecerse. El papa habla de la buena política, lamentablemente tenemos un acento muy duro de la mala política, que tiene varios pecados, el peor y el más común es el de la corrupción”.

Y qué piensa del actual alcalde, le pregunto:

“Al alcalde le tocó recibir una ciudad con una historia política delicada, lo que le achacamos no todo es culpa de él, también tiene sus fallas, pero no hay duda de que le ha tocado una herencia gravísima y lamentablemente no ha tenido la posibilidad de realmente hacer una unidad en la ciudad”.

“El alcalde es un gerente y un gerente es el que logra hacer unidad en una empresa para que produzca y para que responda las necesidades, pero no él solo, sino que logre meter a todos, porque hay mucha gente que quiere sacar adelante a Cartagena, lamentablemente unos tiran para un lado, otros para el otro. Hay que apoyar al alcalde para que logre convocar a todos. Yo, personalmente, he charlado con él y también le he dicho: alcalde afine el lenguaje (risas). Para convocar uno también debe tener un lenguaje respetuoso, porque ahí se mueren muchas posibilidades de esa unión. Habrá un cambio cuando tengamos un proyecto de ciudad unitario que responda a las necesidades sociales, económicas, políticas y culturales de nuestra población”.

¿Y ahora qué viene?

El papa Francisco nombró a monseñor Francisco Javier Múnera Correa como nuevo arzobispo de Cartagena, quien estará a la cabeza de la Iglesia Católica local desde el 22 de mayo. Para finalizar, le pregunto a monseñor Jorge Enrique Jiménez a qué se dedicará.

“En alguna parte todavía uno puede servir en algo, y eso es lo que estoy estudiando, en lo poco que pueda servir, porque las fuerzas se van acabando, tengo 79 años, ya recibí la primera dosis de la vacuna anti-COVID y es un alivio, pero las fuerzas van bajando, en alguna parte podré servir, pero no lo he decidido”, concluyó monseñor con voz melancólica.

En palabras de monseñor

“El trabajo mío lo considero fascinante, porque tiene una línea transversal. A uno lo ponen para servir a todas las clases sociales, a hombres, mujeres, a diversas culturas, en lo religioso, pero desde lo religioso a dar el aporte también que la iglesia tiene que dar en lo social, cultural, político. No es un oficio de horarios fijos. Llevo 53 años en el servicio religioso, de los cuales 28 como obispo. Entonces uno se mueve en muchos servicios, por eso no hay sábados, ni domingos, ni vacaciones.

“En lo específico de lo religioso, uno tiene que llegar al interior, a la vida particular de las personas, a su sufrimiento, anécdotas, sus necesidades. Pero igualmente en lo social uno tiene que llegar a su estómago. Y hay que llegar a la mente de la gente, hay que ayudar mucho en la parte educativa, la educación es fundamental en el servicio religioso”.

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