Facetas


Raúl y Rosita de Paniagua: Cartagena en cada hombro

Raúl Paniagua y su esposa Rosita conforman una pareja de sociólogos e investigadores consagrados que han librado incontables batallas cerca de cinco décadas.

GUSTAVO TATIS GUERRA

04 de julio de 2021 12:00 AM

Pocas veces encontramos seres que a lo largo de su vida se parecen a lo que piensan, dicen y hacen, y emprenden aventuras deslumbrantes, arriesgándolo todo por un sueño que para los otros es quijotesco o quimérico: el amor a Cartagena. Raúl Paniagua junto a su esposa Rosita Díaz de Paniagua conforman una pareja de sociólogos e investigadores consagrados que han librado incontables batallas cerca de cinco décadas, como esos jardineros insomnes y obstinados que siembran bosques en el desierto. La cosecha de su larga vigilia está allí como un fruto madurado en el tiempo. Por eso hemos ido a conversar con ellos. (Lea aquí: Rosita de Paniagua, el camino a la cima de ‘Ángeles Somos’)

Rosita

Rosita Díaz Paniagua nació y creció en la calle Tripita y Media, en Getsemaní, y en su infancia y adolescencia recorrió todo el barrio visitando tías, primos u otros familiares, dice Raúl, al evocarla. A pie conoció Getsemaní. Luego, se fue a Medellín a estudiar Sociología y Economía, y regresó nueve años después. La nostalgia gestó en ella otra mirada reflexiva sobre su entorno que le generó preguntas profundas sobre la comunidad.

“Rosita dirigió trabajos de grado de estudiantes de Trabajo Social, Economía y Psicología que luego se tradujeron en una labor de activista en defensa del barrio, con la elaboración de algunos proyectos orientados al mejoramiento de Getsemaní, y luego en un libro que, se ha convertido según muchas personas, en un referente obligado para entender el barrio, y en especial, para buscar la conservación de sus aspectos más valiosos”.

Raúl

Raúl llegó de Medellín a Cartagena, “ya con formación universitaria a vivir en la misma calle Tripita y Media, pero sin ataduras con su ciudad o región de origen, abierto a aprehender y apropiarse de lo que su nueva residencia le podría proporcionar y eso fue un proceso de apropiación y enriquecimiento consciente, que también hizo un recorrido parecido, dirigir tesis de grado, apoyar proyectos comunitarios y escribir el libro”, precisa Rosita Díaz de Paniagua.

Getsemaní

Hay, según ella tres aspectos: “El primero: el proceso de migración o desplazamiento de muchas familias iniciado en los años 80, a raíz del traslado del mercado público. Allí comenzó un proceso combinado de traslados, mudanzas, pérdidas de oportunidades de empleo y desprestigio del barrio. En unos casos, por el cierre de la zona de tolerancia de Tesca. Algunos ‘empresarios’ vieron en Getsemaní el lugar ideal para mover su negocio, el deterioro de las condiciones de vida dio lugar a la aparición de la leyenda de El Samir y el abandono del barrio por las autoridades. Este proceso abarcó 20 años. Segundo: empresarios locales y extranjeros compraron decenas de inmuebles en Getsemaní y vieron el potencial del sector para el turismo. Eso aún no finaliza. Es la gran amenaza para la vida de la comunidad. Estimamos que es lo más valioso que tiene la ciudad. Tercero: los procesos no son excluyentes, van de la mano, son concurrentes o complementarios: la gentrificación, la turistificación y la patrimonialización. Individual o colectivamente son procesos que para algunos son imparables e irreductibles, se retroalimentan y pueden dar al traste con algo valioso, único, que posee una ciudad, como es su autenticidad, su identidad y el conjunto de valores inmateriales asociados a la vida cotidiana, que es en el fondo lo que hoy buscan los turistas: experiencias sensoriales, vivencias originales, manifestaciones culturales locales únicas y momentos que en ninguna otra parte pueden tener. (Lea además: ‘Ángeles Somos’, camino a ser declarado Patrimonio de la Nación)

¿Cómo observan ustedes los nuevos proyectos urbanísticos y turísticos en la zona del antiguo claustro de San Francisco, los viejos y demolidos teatros y el club Cartagena?

-Creemos que se debe mirar esos proyectos desde tres ópticas. La primera: pensamos que es lo mejor posible respecto a lo que se hizo en el espacio que había al frente, el mercado de Getsemaní. El claustro de San Francisco se imponía como un bien cultural patrimonial de primer orden y la experiencia en Europa y en otras naciones americanas es que el destino de muchos claustros, conventos y aun iglesias, es su adecuación o adaptación para usos turísticos y hoteleros. En la ciudad tenemos la experiencia de los claustros de Santa Teresa y Santa Clara, muy importantes en la consolidación del turismo, generación de oportunidades de encadenamiento productivo y de empleos. Alrededor del claustro de San Francisco, había una serie de inmuebles patrimoniales y otros terrenos vacíos, de lo que fueron algunas salas de cine y nuestra percepción es que se está dando un manejo respetuoso en los distintos aspectos que exige el IPCC y el Ministerio de Cultura. Segunda: confiamos que esos desarrollos permitan impactar lo menor posible en la vida del barrio y propicien para los cartageneros, en especial para los jóvenes del barrio, nuevas oportunidades de empleos, de ingresos, generación de nuevas opciones de desarrollo personal, inserción en la cadena productiva que un proyecto de estos genera, tanto en el hotel, como en las demás actividades que allí se realizarán. Tercero: creemos que el tratamiento dado por esta empresa al barrio, a sus dinámicas y en especial al patrimonio material, sea considerado por otra serie de proyectos que se están definiendo, moldeando o a punto de iniciar en el Centro Histórico. Por lo menos sabemos de dos complejos hoteleros a iniciarse en la ciudad, uno en la avenida Daniel Lemaitre, en un gran terreno que hoy es un parqueadero y dos, en el local que ocupa almacenes éxito en San Diego.

Ustedes tuvieron el privilegio de trabajar y ser amigos del gran investigador y sociólogo Orlando Fals Borda. ¿Cómo evalúan su legado a diez años de su partida?

-Tuvimos esa enorme fortuna de trabajar y aprender con él durante muchos años, en silencio, con invaluables ganancias en lo personal y profesional. Fuimos muy amigos y nos ayudó a consolidar nuestra formación. Lo conocimos en Montería, cuando María Josefina Yances nos invitó a su casa en unas vacaciones y allí nos encontramos con Orlando y se inició una linda amistad, pues supimos de él en nuestra formación en la Bolivariana de Medellín. Nos acercamos a su trabajo hasta el punto de involucrarnos directamente, no solo en esas vacaciones, sino todo el tiempo que podíamos mientras estaba en la universidad. De esas actividades nos desprendimos unos días antes de su fallecimiento. Ese período de trabajo en Montería se prolongó por varios años, estuvimos con él en Sincelejo y en Mompox, y por los años 80 en adelante y residenciado en Cartagena, se hizo un intercambio muy rico e intenso. Llegaba a la casa con otros intelectuales del país, con los que también construimos sólidas relaciones de amistad, como Guillermo Hoyos Vásquez, Augusto Libreros, los sacerdotes Jesuitas Carlos Eduardo Vasco, Horacio Arango, Gabriel Izquierdo, y otros profesionales menos conocidos en la región. En 1984, nació Coreducar, una ONG con la cual hicimos una incidencia en la región, con un seminario-taller internacional que organizamos con Orlando sobre las diferentes modalidades de investigación e intervención social participativa y participante, que tuvo una excelente participación nacional e internacional desde las ciencias sociales. Con el legado de Orlando, ocurre como con muchos otros intelectuales y científicos, que después de fallecidos se empieza a comprender y evaluar su aporte. En ocasiones pasan los años y se dimensiona mejor su aporte. Eso se evidencia en múltiples documentos, informes y hasta homenajes, desde entidades oficiales, como el Congreso de la República, la academia, tanto en el país como del exterior. Se han creado centros de investigación social bajo su nombre y en muchas universidades de distintos países su obra se empieza a integrar a currículos educativos de pregrado y postgrado. Tal vez donde se está comprendiendo mejor su obra y su trascendencia es en el campo de la educación, la antropología, el trabajo social y aún en actividades aparentemente tan distantes como en las ciencias agropecuarias, donde se ha descubierto el valor de la metodología que Orlando aporto a las ciencias sociales de todo el mundo, como es la Investigación Acción participativa (IAP). No es comprensible la formación en ciencias sociales sin abordar la IAP, como fundamento de la acción profesional, sin un acercamiento sólido a las comunidades y grupos de base. No es posible intentar conocer una realidad que se quiere transformar o incidir en ella, sin la aplicación de un riguroso método científico como el que Orlando implementó en su trabajo, expuso en sus libros y dejó plasmado en algunas facultades de sociología.

Raúl y Rosita de Paniagua: Cartagena en cada hombro

Raúl Paniagua y Orlando Fals Borda.//Foto: Cortesía.

Epílogo

Se conocieron en Montería, invitados por Orlando Fals Borda, y fue él quien les encomendó tareas juntos en Caucasia en los años setenta. Un día, viéndolos unidos en la complicidad de las ideas, las experiencias y los pensamientos comunes, les dijo con tono sacerdotal: ¿Ustedes por qué no se casan? Y Raúl y Rosita decidieron casarse un año y un día bisiesto de febrero de 1976. Desde que empezaron a hablar, hace más de medio siglo, no han cesado de compartir las mismas perplejidades del mundo que les rodea. Además de liderar juntos el Plan Especial de Salvaguardia de Ángeles Somos y de la Vida del Barrio Getsemaní, que fue aceptada en diciembre de 2020 por Mincultura, junto a siete postulaciones, culminan un sueño que parecía una utopía, el proyecto real de Rosalibre, un centro de desarrollo humano en la zona norte que tendrá la distensión, lúdica e integración del ser humano. Además de la colosal vigilia de sus vidas como investigadores, acompañan a niños, adolescentes y jóvenes de Getsemaní en procesos personales de superación bajo la pandemia, no solo en salud física, sino emocional y espiritual. “Pero tal vez lo más significativo de lo que hacemos hoy tiene que ver con apoyar la formación y crecimiento de los nietos y nietas que tenemos”, nos confiesa Raúl.

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