Llegar al corregimiento de Tierrabomba es todo un desafío, y vivir allí lo es aún más. Tener que saltar desde una lancha a tierra firme, mojarse los zapatos o en su defecto tenerlos en las manos es el diario vivir de los nativos. Quienes desean visitar su territorio deben hacer lo mismo.
La falta de un muelle o embarcadero los obliga a hacer esas acrobacias, y lo indignante es que esa es apenas una de las múltiples problemáticas que hay en esta comunidad. La falta de agua potable, la decadente educación y la inseguridad hacen que la calidad de vida de los tierrabomberos se deteriore cada vez más.
El Universal recorrió sus calles sin pavimentar junto a sus líderes, niños y jóvenes. Uno a uno, mientras caminaban y saludaban a sus vecinos, indicaron las problemáticas que padecen y lo que esperan.
“Subir y bajar de una lancha sin un muelle, sin un embarcadero, es el diario vivir de los tierrabomberos y tierrabomberas”. Eso dice Mirla Arón, una líder comunal que recalca las situaciones que los nativos tienen que sortear por falta de un muelle.
Ella y todo aquel que quiera entrar o salir de la isla se tiene que mojar los zapatos. En los casos de emergencia, la falta de muelle empeora la crisis. Los tierrabomberos deben, como pueden, subir al enfermo o embarazada a la lancha para que rápidamente llegue a la ciudad.
“La realidad es que sacar a un enfermo así corriendo siempre ha sido dispendioso. (...) Necesitamos un embarcadero para beneficio no solo de los isleños, sino también de los turistas; es darle a todo el que viene una posibilidad de un tema de seguridad en el área”.
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Mirla, desde el lugar dispuesto para el anhelado muelle, recuerda el peligro al que se someten los estudiantes de Punta Arena que a diario saltan desde las lanchas para asistir a sus clases. Para el líder José Moncaris Padilla, esa situación afecta la ya decadente educación que reciben los niños en la institución. “Y no es porque haya malos profesores, es la falta de herramientas lo que no permite brindar una educación de calidad”, recalca.


Líder de Tierrabomba.
Moncaris Padilla también menciona que la falta de agua hace que los jóvenes hagan sus necesidades en zonas que no deben y que decidan no asistir a sus clases.
“Tener un bloque al aire libre, con una calle al lado en la que pasan personas y vehículos a cada rato nos distrae mucho”. Quien se expresa ahora es José Rodríguez Cervantes, un estudiante de 13 años que es consciente de que las necesidades que hay en el corregimiento hacen que muchos jóvenes abandonen sus estudios.
En esa misma línea, Luis Alberto Herrera asegura que muchos “deciden retirarse también porque se dan cuenta que cuando salen del colegio y van a la universidad están en desventaja”. El profesor de fútbol y exvigilante de la institución sabe que la forma en cómo están educando en el corregimiento no va acorde al contexto. “La enseñanza aquí debe ser centrada, debe darse en el entorno en que se desarrolla el niño. Debe haber una cátedra de etnoeducación. Por ejemplo, debe ser enfocada al turismo que hay en Tierrabomba”, agrega.
“Es más - continúa - hay personas que se acercan a un turista, trabajan en un hotel con un cartón que los acredita que se ha preparado para esto; llega un nativo que no ha estudiado nada de eso, se pone a hablar con el turista, y el turista se va con él”.
Para el profe Luis, “si ese nativo recibe una educación de acuerdo con el entorno donde está... Imagínese... Saldrían muchos profesionales de aquí, y el estudiante tendría interés de querer echar pa’ lante, porque le darían una cátedra del entorno en que se está desarrollando”.
La falta de un muelle y de educación de calidad son solo algunas de las condiciones que tienen que sortear en Tierrabomba. No tener agua potable ya hace parte de su cotidianidad.
“El tema del agua es bien fuerte. Alrededor del agua es que se desarrolla la vida, pero nosotros no tenemos agua”. Cuando Mirla Arón habla del agua en su comunidad su cara se transforma. Habla con seriedad y preocupada por lo que han tenido que padecer durante años.
“Hoy tenemos una alberca comunitaria y tres albercas de privados. El agua viene en un barco cisterna y se deposita en las albercas para después ser expendida en la comunidad. Consumimos agua estrato uno, tirando a cero, porque cuando entra a esos barcos tiene filtración de agua salada, hierro. Pero es estrato seis porque es costosísima. Una familia promedio paga alrededor de 300 mil pesos mensuales en agua”, cuenta la líder.
Los tierrabomberos esperan que el juez que fallará en segunda instancia la tutela que interpusieron para poder tener agua potable lo haga a su favor. “Necesitamos que el juez se ponga la camiseta, los zapatos de un pueblo. Yo no creo que una persona en el mundo pueda vivir sin agua, así que lo mínimo que le estamos solicitando al Distrito, al tribunal, al juez encargado es que mire que sin agua no hay vida”.
Mirla y la comunidad que lidera le exigen al Estado que les “regalen un poquito de vida”. “Nos hemos acostumbrado a ese agua de mala calidad, pero una persona que no es de acá la toma y al rato ya tiene dolor de estómago. Nuestros niños padecen constantemente enfermedades diarréicas, queremos que eso acabe”, recalca, expresando la necesidad del pueblo de confiar en las instituciones, para no conseguirlo todo “con demandas, tutelas, movilizaciones e incluso con acciones de hecho por la falta de atención estatal”.
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