Cuando el río suena, piedras lleva. Cuando la tierra resuena, actividad volcánica lleva. En Colombia, hace semanas, instituciones geológicas y de gestión del riesgo de desastres están al pie del cañón, o del cráter, ante la galopante sismicidad del volcán Nevado del Ruiz en la Cordillera Central de los Andes, entre Caldas y Tolima. (Lea: “Quería bajarme rápido”: hombre que abrió puerta de avión en pleno vuelo)
La expulsión de ceniza alcanza los 1.800 metros, una altura de nueve Torres Colpatria, una sobre la otra. Esto mantiene la alerta naranja en la región ante la posibilidad de erupción en días o semanas del mismo volcán que propició la desaparición de Armero, el 13 de noviembre de 1985.
Mientras continúa la inestabilidad volcánica por la desgasificación de dióxido de azufre y la salida de vapor de agua desde el cráter del Ruiz a la atmósfera, otro volcán no le interesa dejarse opacar y se agitó hace unos días: el Cerro Bravo, a 22 kilómetros del Nevado del Ruiz.
Los gases y vapores que abrieron hoyos al borde de carreteras preocupan a las autoridades de la región. Las altas temperaturas afectaron a un gasoducto adyacente, por lo que en los últimos días en Cali no hubo agua caliente para bañarse y los taxistas hicieron fila como los cubanos por un helado, mientras que en el Quindío se suspendió la cremación de cuerpos. Hubo escasez de gas natural en el Valle del Cauca y el Eje Cafetero. Aun no se logra dar con las posibles causas y efectos del humo blanco, posiblemente tóxico, que destilan las laderas montañosas desde el pasado martes.
Entre explosiones esporádicas, emanaciones de gases y lluvias de cenizas, mantiene en jaque a más de 25 millones de personas de los estados de México, Morelos y Puebla, quienes están en zozobra ante la inminente erupción de este gigante de más de 5.400 metros. Mientras, en medio del despliegue mediático que protagoniza a nivel mundial, una historia se desempolvó con relación al nombre con el que se le conoce en México: “Don Goyo”.
Goyo, una leyenda
“Don Goyo”, como se conoce popularmente al volcán Popocatépetl, uno de los más peligrosos del mundo, hizo suspender las clases presenciales en centenares de colegios y tiene a varias entidades manitas en alerta, planificando protocolos de evacuación, alistando centros de refugio y organizando soldados para coordinar próximas entregas de alimentos, cobijas y camas.
Tras un largo sueño, el Popocatépetl volvió a rugir desde 1994, y desde entonces ha mostrado fases de mayor actividad. En paralelo a la preocupación que ha desatado, también ha generado burlas en redes sociales por las jocosas pronunciaciones con las que periodistas extranjeros se refieren a su nombre. Tal vez estos comunicadores desconocen el apelativo de “Don Goyo”, por lo que algunos no pasaron del “Popo...” o sin vergüenza se enredaron en curiosos trabalenguas corte “Pocatapalaqué” o “Popocatepedo”.
Y usted como dice #popocatepelt 🤣🤣🤣por el amor de Dios díganles que también le decimos #DonGoyo pic.twitter.com/1d9P15YrtO
— Marlene Escandón Landa (@Mar_Escandon) May 25, 2023
En los poblados cercanos al volcán desde hace mucho tiempo una leyenda baja y sube de las montañas. La historia la protagoniza un “tiempero”, miembro de un grupo elegido por los dioses para comunicarse con la naturaleza y su poder de destrucción. En este caso, se llama Gregorio Chino Popocatépetl.

Su leyenda cuenta que era considerado como un avatar del volcán, una personificación de la montaña humeante, que bajaba de la montaña cuando el Popocatépetl estaba próximo a rugir. Nadie sabía dónde vivía y de dónde venía, solo agradecían sus advertencias sobre los inminentes peligros que se aproximaban, previniendo millones de muertes y desgracias.
“Por las apariciones de Don Gregorio, poco a poco la gente del poblado comenzó a conocer con ese nombre al volcán e incluso, como agradecimiento, cada 12 de marzo, que se conmemora el Día de San Gregorio Magno, los pobladores le ofrecen bellas flores y alimentos deliciosos al importante e imponente volcán”, escribe Miguel Flores en Infobae.
Otra teoría, tal vez la más aburrida, cuenta que el nombre de “Don Goyo”, transmitido de generación en generación, está relacionado con el nombre de Gregorio, el cual es muy común en México. Gregorio, Goyo por cariño; Don por respeto ante su magna naturaleza.
México está a la expectativa de lo que suceda en los próximos días con el volcán “Don Goyo”, una hermosa montaña que hace retumbar lo que se dice por ahí sobre que la destrucción es una especie de creación, pues su grandeza inspiró tan linda leyenda. Bien lo dijo Eduardo Galeano: “En la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación”.
Pegado al Popocatépetl, se encuentra el volcán Iztaccíhuatl, representando la segunda y tercera montañas más altas de México, detrás del Citlaltépetl. Sus nombres están conectados a una historia de trágico amor de la mitología mexicana.
Según el relato, Iztaccíhuatl fue una doncella noble que se enamoró de Popocatépetl, uno de los guerreros del cacique. El padre de la princesa envió al guerrero a una batalla a Oaxaca contra los aztecas, prometiéndole la mano de su hija si regresaba victorioso con la cabeza de su enemigo en la lanza. Todo fue una artimaña, pues su eventual suegro no le tenía fe frente a la aguerrida fama de sus contrincantes.
Un día, otro guerrero, celoso y envidioso, mintió sobre la muerte de Popocatépetl. Iztaccíhuatl se le fue la vida por las fracturas letales en su corazón. El soldado a su regreso, con la cabeza rival sangrándole las muñecas, llevó su duelo cargando a su amada hasta la cima de una montaña que mandó a erigir. Los dioses aplaudieron este amor convirtiendo al pico en un volcán inactivo. Posteriormente, Popocatépetl tomó una antorcha y prometió que nada apagaría el fuego de su amor con la que velaría hasta la eternidad el cuerpo de su amada. Por esto, los dioses le entregaron la eternidad convirtiéndolo en un volcán activo. Un amor que aún hoy lanza humaradas de ceniza y columnas de fuego al cielo.

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