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¡La fundación en Boston que está en crisis y necesita ayuda!

La Fundación Sembrando Sonrisas atraviesa por una situación precaria: tienen un solo docente que sirve de voluntariado para dar clases de Inglés y Música, y los instrumentos están dañados.

Desde muy temprano en la mañana, Javier Rodríguez Castilla, de 20 años, se levanta repitiendo el mismo refrán que lo motiva a seguir adelante: “Quien no vive para servir no sirve para vivir”. Lea también: 4 historias que demuestran que la solidaridad cambia vidas.

Esas palabras las guarda como un amuleto en su corazón, incluso desde que sale de su casa, en Torices, a empezar su agitada jornada: desde muy temprano va a trabajar al Colegio Gimnasio Moderno de Cartagena, donde es profesor de Música e Inglés.

Al terminar, aborda una mototaxi que lo transporta hasta la Fundación Sembrando Sonrisas, en el barrio Boston, a orillas de la Avenida Pedro de Heredia, donde se desempeña como coordinador, profesor de Inglés y de Música para enseñarle a niños en condición de vulnerabilidad de manera gratuita. Al caer la noche, ya cansado pero con ganas de salir adelante, estudia Bilingüismo con énfasis en inglés en las noches en Unicolombo, donde pronto se graduará.

60
niños aproximadamente hacen parte de esta fundación del barrio Boston.

Personas como Javier son las que necesita la Fundación Sembrando Sonrisas, dispuestas a brindar su conocimiento a cambio de alegría y aprendizaje a estos niños. Sin embargo, en los últimos meses nada ha sido fácil, la crisis los ha golpeado al punto en que reconocen: “El único que nos apoya aquí es Dios, porque somos una entidad sin ánimo de lucro. No tenemos apoyos gubernamentales ni patrocinadores específicos. Estamos viviendo de la caridad. Aunque a veces llegamos a pensar que no se puede más, siempre existirán las ganas, personas a quien ayudar y mientras existan pienso que estaremos aquí siempre”, reafirmó Rodríguez Castilla.

3012339497
es el número celular al que se pueden contactar quienes deseen solidarizarse con la fundación.

La fundación tiene seis años funcionando en el barrio Boston al servicio de más de 60 niños de esa comunidad y otras aledañas. Javier ingresó como voluntario hace un año y es el único que enseña Inglés de lunes a jueves en doble jornada, además, desde hace seis meses arrancó con clases de Música los sábados.

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Lo más importante para estos niños es que a través de estas clases aprovechan el tiempo libre, evitando así que estén en las calles replicando conductas antisociales, una necesidad que, según Javier, ni el mismo colegio suple netamente.

“La fundación necesita mucho recurso humano: docentes de Inglés y de Música, pero sobretodo movilidad escolar. Estamos dando clases en mesas y sillas plásticas, las cuales no son adecuadas para un estudiante”, dijo Javier, y añadió: “Tenemos muy pocos instrumentos como guitarra y piano, la mayoría están rotos y necesitan ser reparados”.

La vocación de Javier en hacer este voluntariado se debe a que, para él, toda persona que ha nacido y viene de la humildad tiene un llamado a este tipo de proyectos. “Aunque es un poco difícil, y aveces tedioso, tengo claro que quien no vive para servir no sirve para vivir”, dijo.

Desde adentro

Según explicaron, la fundación ha mejorado la convivencia en el barrio y se ha esforzado por ayudar a disminuir la deserción escolar.

¡La fundación en Boston que está en crisis y necesita ayuda!

“Para que los niños mejoren su conducta, desde la fundación intentamos que amplíen su visión, que no solo se enfoquen en lo que está en frente sino también que existen más cosas por explorar”, dijo Javier. “Les enseñamos un vocabulario diferente al que están acostumbrados a escuchar, que existen más lugares que pueden visitar, que hay mucho más que solo los mismos conflictos y problemáticas sociales, que las fronteras invisibles... Hay un mundo más allá de lo que ven para salir adelante. No es solo quedarnos en lo mismo, sino avanzar”.

También se esfuerzan por celebrarles las fechas especiales para que los menores sepan que son importantes.

Javier asegura que el aprovechamiento del tiempo libre se hace en la sede, pues no son simples clases, se trata de “conocer al niño, ver sus problemáticas, si comió o no, si viene con zapatos, ropa rota y repensar en cómo podemos ayudarlo”.

También se esfuerzan por celebrarles las fechas especiales para que los menores sepan que son importantes. A futuro se piensa implementar comedores, aunque se hace un poco más personalizado cuando se conoce el caso de algún niño en específico: si no comió o se le ve triste, se habla con algún colaborador o trabajador social y desde ahí se toman cartas en el asunto.

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