Facetas


La maravillosa historia de una familia que dibuja sonrisas en Arjona

Hay formas de afrontar las adversidades de la vida y esta: sacar sonrisas a los niños, aquellos pequeños que antes veían de lejos las fiestas infantiles y a quienes les han cumplido el sueño de tener una celebración animada.

Corría 2016. Un año caóticamente convulso, en una Caracas demacrada por la pobreza y la escasez. Además de muchas otras cosas, la falta de comida sacó a miles de venezolanos a las calles y una avalancha de protestas se tomó al país. Esa situación, tan pero tan compleja y que solo pueden entender bien quienes la viven de cerca, quienes son víctimas, quienes hoy por hoy lucen cuerpos cadavéricos y languidecidos por culpa de una ya eterna crisis, esa situación, fue de la que hizo pensar a María Eugenia Gamez que era mejor buscar otros rumbos, cruzar la frontera y aventurarse a probar suerte en un territorio ajeno pero en el que se ha sentido a gusto. Y decidió irse, dejar su casa, su trabajo, su familia y sus amigos, a su vida caraqueña, en gran parte por aquella crisis, pero también porque, en ese 2016, en una de esas revueltas por comida perdió a uno de los suyos.

“Perdí a un hijo. Por problemas políticos del gobierno... Un día que no llegaron las Clap (como son llamados los paquetes de alimentos entregados por el gobierno en Venezuela) se formó un trifulca, hubo disparos y murió fue él”, cuenta. (Le puede interesar: Alcalde firma carta para protección de población proveniente de Venezuela)

La muerte de su hijo es algo en lo que Mary, como la llaman por cariño, prefiere no ahondar por la tristeza que le produce y porque la historia que quiere contar hoy no trata precisamente de tristezas, todo lo contrario: es de sonrisas.

Esta es una historia de esas verdaderamente inspiradoras.

¡Bienvenidos a Arjona!

Así que un día, con su esposo Alberto Herrera, un colombiano que llevaba muchos años en Venezuela, y su otro hijo, Alber Herrera, un estudiante de comunicación social, empacaron maletas y llegaron, hace 4 años y dos meses, al municipio de Arjona, Bolívar. Me cuenta que sí, que en principio fue extremadamente difícil empezar de cero.

“No fue fácil, porque uno piensa que las cosas van a ser de una manera y salen de otra. Nos tocó inventarnos unas y otras para, como quien dice, sobrevivir. Ventas de comida, de sopas... El primer año fue difícil”, confiesa.

Se le ocurrió entonces la idea de volver a Venezuela. “Yo allá tenía una tienda de ropa. Me fui a vender cosas que tenía allá. Y, con mi hijo, que había sido recreador, nos ingeniamos la manera de comprar un primer muñeco recreativo para hacer (amenizar) fiestas privadas con personajes de dibujos animados de Disney”, narra.

¿Cómo les fue con eso?

- Ahí fuimos creciendo con el primer muñeco. Como vi que nos fue bien, a los pocos meses volví a viajar a Venezuela, vendí otras cosas que tenía allá y compré el siguiente muñeco. Me fui emocionando con el proyecto hasta que nació M & M Eventos Solidarios ese mismo año.

Y sí, les funcionó. Poco a poco, con M & M Eventos Solidarios comenzaron a ser contratados en fiestas privadas para encantar y divertir a los niños, con los personajes de dibujos animados.

Sin embargo, más allá de eso, un día, las miradas de otros niños fueron las que llamaron su atención y desviaron su emprendimiento por otro rumbo.

A buscar sonrisas

“Me llamó la atención ver cómo otros niños que no eran invitados a esas fiestas privadas, con mucha ilusión, se quedaban mirando a los muñecos desde lejos y no podían entrar a esas fiestas”, narra. Mary decidió no quedarse de brazos cruzados, porque, al fin y al cabo, la alegría de un niño es invaluable y todos los niños merecen sonreír por igual.

“Un día, le dije a mi hijo: Vamos a hacer una fiesta gratis para todos esos niños. Pero tampoco fue nada fácil porque, cuando comenzamos a pedir donaciones para la primera actividad, todo el mundo nos dio la espalda. Nadie nos apoyó. Eso importó. Bueno, entonces, nosotros mismos reunimos dinero de un trabajo que nos salió y preparamos las primeras 100 bolsitas de dulces. Todo nos salió maravilloso en la primera fiesta que hicimos gratis para niños”, explica. (Lea también: Gastronomía venezolana, bienvenida en Colombia)

Esa primera fiesta gratuita en un barrio popular de Arjona fue el “motor para arrancar” una serie de cruzadas en busca de despertar alegría en los niños, para dibujar puras sonrisas.

“Entonces la siguiente fiesta no fue solo llevarles dulces, nos fuimos a otro sector y preparamos una comida, un arroz con pollo para 150 niños, invitamos al cocinero Álvaro Medrano, quien ayudó con una parte de lo que se iba a repartir. En adelante han sido una cantidad de sectores en los que hemos estado, con asistencia de 100, 200 y hasta 300 niños”, ríe y añade.

Una idea que crece

“Todavía no contamos con el apoyo que realmente se necesita, pero ya se le ve, como quien dice, más el queso a la tostada. Hasta marzo de 2020 íbamos muy bien, alternado entre las fiestas privadas y nuestra labor social, pero se nos frenó todo con la pandemia, más la parte privada que la social, porque a pesar de la pandemia no paramos porque nos ingeniamos otra manera de llegarle a los niños: me puse a hacer tapabocas e hicimos varias campañas de: Tú me regalas una sonrisa y yo te regalo un bolsita de dulces y un tapabocas. Así fuimos recorriendo varios sectores”, narra.

Ahora, el grupo que antes conformaban Mary, su esposo y su hijo, se ha robustecido y tiene un equipo de voluntarios que los ayuda y acompaña en esa importante tarea de pescar sonrisas. “A donde vaya me reconocen y a mi hijo también, porque él es presentador en un programa aquí, en Teledique, de música urbana; su nombre artístico es Brook Time”, añade la venezolana.

¿Qué historias te has encontrado en este camino que te hayan marcado?

- La primera es de la niña Rosangely. Ella tenía un neuroblastoma. Su mamá nos contactó para decirnos que la niña estaba delicada y que quería conocer a Mickey y a Minnie. Logramos hacerlo, recogimos ayudas y le llevamos comida, juguetes. Ese día hicimos una fiesta como si fuera su cumpleaños, pero no lo era. Estuvo muy contenta. Un mes después volvimos y le celebramos el cumpleaños, fueron últimos meses más felices de ella, porque el 5 de octubre falleció y nos marcó para siempre.

Luego sucedió otra anécdota, con un chico, que me llamó desde el hospital, me dijo que quería pertenecer a mi labor social. Lo sorprendimos el 18 de noviembre, llevándole un desayuno y una serenata en su cumpleaños. Ese día, él estrenó una canción que el cantante Jerau, que sabía de su caso, le ayudó por medio de Funvivir a cumplir ese sueño. El 7 de enero falleció nuestro José. Entonces son dos anécdotas que nos dejaron marcados para siempre, son dos niños que nos dejaron una alegría inmensa porque la fortaleza que tenían por vivir era demasiado grande.

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Durante la pandemia la familia Herrera Gámez ha vuelto a vender almuerzos para subsistir, pero no dejan de lado su labor social.

Para ti, ¿qué es lo más bonito de esto que han hecho con esos niños?

- Es que todos los niños merecen sonreír, blancos, negros, pobres, ricos, todos, todos, y por eso nos abocamos más a los niños vulnerables, porque es tan difícil que una celebración, que una animación de estas llegue a un sector con tantas necesidades, tú no te imaginas la cara de estos niños a ver los muñecos. Es algo muchísimo más que maravilloso.

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