Facetas


Adriana Lucía: El porro hecho mujer

JOHANA CORRALES

09 de noviembre de 2014 12:02 AM

Adriana Lucía sabe a porro.

Qué espectáculo de mujer: no sólo sus canciones cuentan una historia, ella misma con su pinta narra algo.

Llegó a este diario usando un turbante de colores con el que era inevitable que pasara desapercibida. Sus labios rojos resaltaban lo blanca y enorme de su sonrisa. Adriana se ríe hasta con la mirada. Tiene una energía super bacana y un sentido del humor que contagiaría al más amargado.

Es tan diminuta en tamaño, pero cuando abre la boca para interpretar alguna canción y saca ese vozarrón que tiene, se ve gigante.

Durante esta entrevista cantó varios temas: Cedro, Champeta rosa y, por supuesto, Quiero que te quedes. No le importa si está cantando para un auditorio de 1000 personas o una, como en este caso. Se mete en su rol y te hace sentir como en un concierto personalizado.

Visitó El Universal para promocionar su más reciente disco, Porro hecho en Colombia, que lleva el mismo el nombre de la película que hizo para el Festival de Cine de Cartagena.

Es su primer álbum independiente. Tiene 15 canciones, y ese número no es casualidad: la cordobesa está celebrando un poco más de 15 años de trayectoria artística. Se cree cual quinceañera en su fiesta. La emoción que siente por este álbum le salta por los poros.

Es de esas personas con las que te puedes quedar echando cuentos toda una tarde. Siempre tiene algo divertido que contar. Con ella, los silencios incómodos están prohibidos. Hablando es, como decimos en la Costa caribe, una cotorra. ¡Qué corazón! ¡Qué sencillez! ¡Qué mujer!

-¿A qué le sabe el porro?
Me sabe a todo lo que dice Pablito Flórez, pero también me sabe a pueblo, pero también a ciudad; a gente buena, a gente sencilla, y siendo la sencillez nada que ver con pobres, ricos, lo que sea, sino con gente humilde de corazón.

Para mí el porro no es solo un ritmo musical originario del Caribe, y bla, bla, bla. Lo describiría mejor como una forma de vida. Creo que el porro es nuestra gente, cómo ama, cómo baila, cómo siente, cómo camina. No me atrevería a reducirlo únicamente a un ritmo musical, sino como una forma de llevar mis historias a la música.

-¿Qué tal la experiencia de grabar un disco independiente?
Fue una locura. Quería que el disco sonara perfecto, pero también imperfecto, porque grabamos en bloque. Todo el combo al tiempo, porque creo que la música es imperfecta. Deseaba que tuviera ese impulso medio alterado de la emoción.
Son 15 canciones: 7 nuevas, 7 viejas y un cover que es La aventurera. El 15 fue por el número de años de mi carrera, aunque llevo un poquito más. Pero era como el festejo de esos años de música, por eso el número nos pareció adecuado. Es mi primer disco en vivo. Trabajamos más de 200 personas y fueron 11 meses, entre todo con la película.

-¿A quién le heredó la vena artística?
Viene por los dos lados. Mi padre compuso varias de las canciones de mi álbum anterior y de este. Porro Bonito es de él. De modo que lo obvio sería por el lado de mi papá, porque compone. Pero por el lado de mi mamá, también. Mi abuela materna fue una gran bailarina y mis tías cantan. Pero quisiera resaltar también a mi hermano. Lo que pasa es que no se ve casi, porque él toca atrás. Es percusionista.

Tengo la bendición no sólo de haber nacido en el Caribe, sino en El Carito, un pueblo donde viven 4 mil y pico de personas y muchos son artistas. Como decía mi paisano David Sánchez Juliao: “El Carito tiene la mayor cantidad de artistas por metro cuadrado”.

-¿Usted le inculcó la música a su hijo Salomón?
A Salomón no hay que inculcarle nada: ese vino con el chip. Él ya es músico. No llora carros, a él le gustan los platillos. Me acuerdo que yo decía: 'Si mi hijo fuera músico, quiero que sea pianista'. Y le compramos un piano a Salomón, pero lo coge como batería.
Siempre viajo con mi esposo y con él. Ese pela'o parece candidato de pueblo. Va a todas partes diciendo: 'chao, chao, chao'. Está muy loco.

-¿Cuándo supo que la música era su mejor forma para vivir?
Ya vino conmigo. O sea, yo no elegí la música, la música me eligió a mí. Tuve la fortuna de entenderlo siempre. Nunca soñé con otra cosa. Jamás dije, voy a ser doctora, bombero, psicóloga. Me acuerdo que en el patio de mi casa cantaba con mi hermano y cerraba los ojos y miraba coliseos, estadios llenos. Son cosas que hoy vivo y digo: qué maravilla ser lo que soñé. Y anteriormente no era como ahora, que es tan normal ser artista. Antes era terrible ser cantante. Fue muy lindo que mis padres desafiaran eso.

-¿Cómo descubrió que los turbantes podían ser chic?
Es curioso, porque no sabía que ponerme un turbante podía desatar tanta polémica en una red social. Me parecen lo máximo. Han venido a arreglar mis días. Nunca los había usado en público: siempre eran el domingo, después de..., en la playa. Lo veía como algo desordenado. Aguantan cuando tienes el cabello sucio, cuando no tienes el blower, te está saliendo la raíz o lo tienes recién lavado. Te puedes meter en todas las piscinas, mares y ríos. Después de eso, te pones el turbante y ya.

Así como hay una búsqueda musical en mí, siempre estoy experimentando cosas nuevas. Quiero parecerme por dentro y por fuera. El turbante tiene historia, y es apasionante. Imagínate que durante la época de la esclavitud, las mujeres blancas empezaron a tenerle envidia a las negras. Entonces, buscaron la forma de que nunca estuvieran arregladas, pero  las negras vieron en el turbante una manera de verse muy femeninas. Siempre he dicho que me siento poderosa usándolo, y es una delicia. Así que, atrévanse.

-¿Qué tanto ha influido en usted Carlos Vives?
Carlos produjo mi disco y escribimos muchas canciones juntos como Quiero que te quedes. Lo que hay por Carlos y Guillo Vives es mucho amor. Y si uno piensa en alguien que le dio valor a la música nuestra, se llama Carlos Vives. Él es como el que nos hace sacar pecho por lo colombiano a los colombianos. Martina,  mi hermana, y yo tenemos ese sello y, al encontrarnos con ellos, lo reafirmamos. Venimos de un pueblo donde aprendimos a amar lo nuestro. Encontrarnos con un personaje como Carlos Vives, que lo hizo popular, es inspirador.

-¿Qué es lo que intenta expresar en sus composiciones?
Escribo de lo que me pasa. No escribo nada diferente. Nunca he cantado nada que no sienta. No he tenido que fingir un sentimiento. Como lo ves, he tenido unos altibajos bien contundentes, pero eso es lo que me inspira y el saber que lo que a mí me pasa le sucede también a una persona que está a años luz de mí. Los sentimientos son los mismos en Croacia, Siria, Cafarnaúm, cualquier lado. Eso me apasiona: que una historia que nació en un cuartico puede conectar con otro cuartico de otro lado del mundo.

-¿Por qué escogió a Cedro para promocionar su CD?
Porque es mi composición más íntima. Esta es mi canción sin duda más apasionada. Cuando la compuse, era sólo guitarra y voz; y a la hora de hacer la producción le inventamos los miles de arreglos y nada nos cuajaba. Y finalizó la historia de la canción con la misma guitarra. O sea, el tema era tan grande, tan fuerte que no necesitaba más nada. Esta canción es real y auténtica. Eso sí lo puedo decir a boca llena.

-Usted dice que sus canciones surgen de experiencias personales, ¿le pasó algo cuando compuso Cedro?
(Risas) En la casa de mis papás, yo estaba pasando un momento muy duro. Cuando uno espera a que la gente haga lo que no hace. Y supe que esa otra persona se había rendido. Uno lo sabe. Recuerdo que cuando estaba en el patio de mi casa, estaban cortando un palo y yo sentía que me taladraban a mí, ese martilleo me dolía. Le pregunté a mi papá que si eso que golpeaba era duro y me dijo que no, que era blando, que se llamaba mango. Le dije que me dijera un árbol duro y me dijo el cedro. Y pensé en que esa otra persona tenía el corazón de cedro: duro e impenetrable. Pero como yo no le rindo culto al dolor, sino todo lo contrario, y el dolor hay que sacarlo para que duela menos, me di cuenta que también yo me había convertido en un cedro. No por dura, ni por tosca, si no por firme y bien plantada. Caí en cuenta de que el cedro era para los dos lados, y pensé que ese árbol resumía lo que sentía.

-¿Qué no le pregunté que desee compartir con los lectores de Facetas?
Gracias por el amor, porque sé que hay mucha gente aquí que me sigue desde muy niña, porque toqué mucho en Cartagena. Es sólo decirle gracias por tanto amor. Me siento en una etapa de sueños cumplidos, feliz de poder hacer un disco independiente. Cada vez que me subo a un escenario, pienso en el privilegio de poder estar ahí y poder hacer lo que me gusta y alegrarle la vida a la gente un poquito.

 

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