Con la salud no se juega. Esta máxima se ha escuchado siempre, sin embargo, muchas veces no se cumple, aun sabiendo el riesgo que se corre con uno que otro mal hábito, pero nunca es tarde para enmendar errores y más cuando pueden dejar resultados nefastos.
En esta lista de posibles daños a la salud se encuentran los anteojos “callejeros”, sí, esos que están en estanterías, misceláneas y hasta en maletas ubicadas en los andenes. Son ofrecidos por un vendedor sin el mínimo conocimiento, en lugares con poca higiene y peor aún, con un a fórmula que jamás va a corresponder a la necesidad visual del posible comprador.
Se promocionan como el lente “para ver de cerca”, “para leer”, pero nadie se pregunta antes de adquirirlo cuál será el precio que debe pagar su visión ante esa irresponsabilidad compartida que además campea en las calles sin el control de los entes reguladores de salud.
Lo más grave de todo lo expresado es el pleno conocimiento de los pacientes sobre las consecuencias de este riesgo, que incluso confiesan en la consulta con el especialista, pero que continúan haciendo sin temor, indica la optómetra Linda Moreno.
De otra parte, las ventas de gafas proliferan, convidando al paciente a ir directamente al “laboratorio”, otro aspecto grave en lo que a salud visual se refiere, indica la doctora Moreno. “Existen los dispensarios ópticos, los cuales deben tener contacto exclusivo con las ópticas que están legalmente constituidas o con los profesionales de la visión y nunca con los particulares o pacientes, pues allí no se tiene en cuenta el tema de sanidad y salubridad”, aclara la experta.
Una consulta al optómetra conlleva una revisión total, que va más allá de la aclaración del paciente sobre si no ve de cerca o de lejos, es una consulta general que abarca los posibles inconvenientes que presente la persona en su visión y que tal vez no ha detectado.
Gafas callejeras
Como todo problema de salud, el tema de la visión debe ser tratado por un profesional, ante eso no existe objeción, pues es quien está en la capacidad de determinar qué tipo de problema presenta el paciente y el tratamiento a seguir.
De otra parte, la fórmula que se ha de sugerir no es general, cada caso se atiende de manera particular, por lo que un lente comprado por fuera de la prescripción médic a no cuenta con el requerimiento del padecimiento de esa persona.
No ver a determinada distancia implica un problema óptico, que puede “resolverse” con un lente comprado en cualquier almacén o puesto callejero, éste actúa como una lupa que permite “ver nítidamente”, sin embargo no se está revisando la anomalía que presenta el ojo.
“Poner a ver a un paciente claro, es fácil, pero no se trata de eso, el proceso se cumple al buscar la medida correcta para ese paciente”, advierte la doctora Linda Moreno. El daño inmediato es en la parte muscular que se encarga de hacer el enfoque del ojo, pues se le está inhabilitando con una solución mala e inmediata.
Adicionalmente cuando un paciente visita al optómetra, por un tema de presbicia, que es la más común, el especialista no sólo revisa esa anomalía visual, su revisión se extiende al ojo en general, la postura del paciente; incluso van más allá, valorando posibles enfermedades sistémicas, problemas neurológicos y cambios que pueden generar implicaciones a nivel ocular.
Las “gafas de la calle” generalmente se venden para lectura, con una fórmula estandarizada, son lentes defectuosos y el paciente no lo sabe. Es de aclarar que la relación con el valor debe tenerse en cuenta, algo no está claro en la venta de esos lentes tan económicos y el costo total lo paga el paciente con su salud.
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