Política


Se posesiona la primera presidenta en Honduras, ¿cuándo ocurrirá en Colombia?

Xiomara Castro asume por primera vez en la historia de su país como jefa de Estado, una revolución que para muchos en nuestro país es un imposible, ¿por qué lo dicen?

“No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres”, expresaba en una entrevista el músico John Lennon, cofundador de The Beatles, con relación al rol político y la necesaria reivindicación de la mujer en los espacios de decisión. En Honduras acaba de suceder: el pasado 27 de enero se posesionó Xiomara Castro como la primera presidenta de la historia de su país.

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Se posesiona la primera presidenta en Honduras, ¿cuándo ocurrirá en Colombia?

El pasado 28 de noviembre, Xiomara Castro, administradora de empresas, quedó elegida con una cantidad de votos nunca antes lograda por un hombre: un millón setecientos. Una cifra abrumadora en Honduras y que se relaciona con la sinergia de fuerzas políticas que logró conjugar bajo su propuesta progresista, feminista, de propuestas pragmáticas y con popularidad en los espacios juveniles. “Llega con una alianza heterogénea y con una expectativa social que no se ve desde hace tiempo”, explica el académico Esteban De Gori.

Para muchas mujeres en Colombia, cercanas a la política y a la reivindicación social, económica y cultural de su género, victorias como la de Castro son ambivalentes. Por un lado, es un modelo a seguir, un reflejo promisorio en el espejo; pero, al apartarse el manto de la ilusión, golpea la realidad de la utopía. ¿Qué debe cambiar en la sociedad colombiana para que una mujer presida desde el Palacio de Nariño? Es conveniente que lo contesten ellas mismas.

¿Qué elementos son necesarios en una sociedad para que una mujer llegue a lo más alto del poder político?

“El triunfo de Castro representa el retorno democrático a un país que era gobernado por una extrema derecha que nunca permitió la reivindicación feminista y otras demandas sociales. Es un país donde el aborto es penalizado en todas sus causas, con unas altas tasas de feminicidios. Un contexto muy violento y marcado por la extrema pobreza, muy similar al colombiano. Su victoria representa la posibilidad de cambio. Un motor inspirador para las mujeres latinoamericanas. Para que suceda aquí se debe combatir el patriarcado, ese sistema de dominación machista, que ha mantenido apartadas a las mujeres del poder político”, expone Mercedes Posada, comunicadora social y magíster en desarrollo social.

Y añade: “¿Cómo lograrlo? Dice Nuria Varela que ‘el poder no se tiene, se ejerce’, con relación a una esencia, una red de relaciones. Por lo tanto, la política nunca es del individuo sino de los grupos, y qué mejor ejemplo que el de Xiomara Castro, quien juntó movimientos feministas, campesinos, ambientalistas, jóvenes y sectores cansados de la perpetuación en el poder de una élite conservadora que no permitía la alternancia en el poder. En Colombia se necesita que el feminismo se fortalezca como proyecto colectivo, pacífico y emancipador frente a los pactos interclasistas que el patriarcado logra dentro de la política, un sistema tradicional que ha hecho mucho daño en la garantía de los derechos humanos y en las libertades de las personas. Por consiguiente, se debe persistir en el fomento de espacios para la mujer, ir más allá de las listas paritarias o cremalleras, solo posibles en democracias, y no en regímenes totalitarios.

Para la politóloga Gina López Gulfo, asesora general de la unidad de Mujer de la Secretaria de Participación y Desarrollo Social de Cartagena, el objetivo es romper el ideal del machismo para que las mujeres lleguen a lo más alto del poder político en Colombia. Sin embargo, lo más importante es la organización de un movimiento de mujeres posicionado en su conjunto dentro de la sociedad, ya que casos aislados de victorias, como la de Claudia López en Bogotá, no quiere decir que se haya logrado la reivindicación feminista.

En materia de retos, por lo tanto, la figura de Xiomara Castro desata mucha expectativa regional sobre los avances en la agenda de las mujeres, especialmente por ganar en uno de los países más conservadores de Latinoamérica, como indica Jessyka Manotas, internacionalista y politóloga, quien considera que los retos que enfrenta su mandato, más allá de las reformas progresistas o la causa feminista, es demostrar que una mujer puede sortear con éxito la pobreza, la desigualdad y la violencia generalizada en un contexto político difícil, teniendo en cuenta las tensiones de la política.

Hay mujeres que no luchan por la equidad de género”

Gina López Gulfo, asesora para asuntos de la mujer en Participación Distrital.

En el caso de Colombia, ¿cuáles son las particularidades sociopolíticas y culturales que han impedido que una mujer llegue a ser presidenta?

Para la politóloga Diana Ochoa existen tres grandes problemas estructurales que han impedido que a una mujer se le haga fácil llegar a la presidencia. “La primera es que existen prácticas excluyentes por parte de los partidos políticos, esto es un reflejo de la sociedad machista en la que vivimos. En segundo lugar, no hay cumplimiento a cabalidad o hay resistencia en la aplicación de las leyes de cuotas existentes por parte de los partidos y las entidades públicas. En este orden de ideas, si una mujer no tiene espacios de participación en la esfera pública, es muy difícil que se formen lideresas con proyección presidencial. Por último, no se nos puede olvidar que tenemos un conflicto armado, lo que ha provocado amenazas, estigmatización y hostigamiento a liderazgos femeninos en los territorios. Son todos estos comportamientos dirigidos específicamente contra las mujeres por ser mujeres con el propósito de que abandonen la política, por parte de grupos armados o elites aliadas a estos”.

En ese sentido, Jessyka Manotas considera que ha habido importantes avances en materia institucional, acciones afirmativas representadas en normas que permiten mayor nivel de participación política de las mujeres (como la ley de cuotas). “No obstante, mayor participación no implica mayor representatividad, pues aunque las mujeres hacen parte de procesos eleccionarios, no significa que resulten electas y esto se evidencia en que menos del 20% de las alcaldías, gobernaciones y curules de congreso, concejos y asambleas del país, son ocupadas por mujeres, a pesar que somos el 50% del total de la población”, puntualiza.

Y añade: “En esa lógica, más allá de los avances normativos, requerimos mayores esfuerzos para generar transformaciones culturales en una sociedad como la nuestra: machista, patriarcal y discriminatoria, donde persiste la violencia y las brechas de desigualdad hacia las mujeres. Se requiere no sólo elegir mujeres para cumplir con una norma, sino elegir mujeres que verdaderamente representen los intereses y necesidades de esta población y que se promuevan políticas públicas, planes de desarrollo y agendas con enfoque de género que garanticen la inclusión de la mujer en el ámbito social, económico y político de forma integral”.

Para López Gulfo, la herencia cultural del narcotráfico, que ha trascendido hasta en la música, sigue imponiendo conceptos machistas de dominación de la mujer, cosificándolas y subestimándolas bajo patrones sexuales y que en nada construyen una senda que lleve a las mujeres a los espacios de poder.

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¿De qué manera y desde cuáles espacios se pueden provocar cambios al respecto y en un futuro cercano una candidata mujer despegue y no se hunda como siempre en las encuestas o en consultas internas?

Para Mercedes Posada, Colombia ha sido tradicionalmente un país tradicionalmente machista en el que se ha normalizado la idea de que las mujeres no tienen el talante intelectual o de gestión para gobernar. Problema que se exacerba cuando llegan lideresas al poder y son boicoteadas y atacadas por un sector político misógino.

Durante el conflicto armado los actores instrumentalizaron a la mujer y la vieron como botín de guerra. Mientras esto no se revise y se repare, toda acción para transformar la sociedad carecerá de solidez”

Mercedes Posada, comunicadora social

Y agrega: “No por ser mujer se es feminista. Algunas mujeres se han ganado a pulso su participación política, pero muchas están en cargos de poder por ser hijas, esposas o hermanas de un hombre, controlador de la maquinaria política o financiera, y no porque tengan una militancia autónoma, participen en un proyecto colectivo y cuenten con preparación para lo público. Una sola mujer empoderada no hace el feminismo, ya que este es un movimiento pacífico, colectivo y emancipador que ha logrado transformaciones históricas, que ha sufrido de mucha estigmatización, y que poco a poco ha ido reivindicando procesos y derechos necesarios para la democracia y propiciar que en el futuro una mujer sea presidenta”.

Según Mercedes Posada, el sistema educativo tiene que reestructurarse. Aún se fomentan imaginarios alrededor de la sumisión de la mujer frente al hombre.

En ese misma tesis se suscribe Gina López Gulfo, quien considera que educar también es clave. “El desconocimiento que existe acerca de los roles de género, y del machismo es alto. Por eso es indispensable que podamos educar, propagar las nuevas masculinidades y destacar a la mujer como un ser funcional y propositivo en todos los aspectos que asuma”.

Y añade: “desde los barrios de ciudades como Cartagena, se pueden fomentar los cambios y propiciar liderazgos femeninos unidos y enfocados en la equidad. “Ese efecto dominó derivará en liderazgos de mujeres en despachos de ciudad, departamentales y, en un futuro, presidenciales. Para eso se requiere no perder el norte cuando sean elegidas, y hacer alianzas políticas limpias”.

Una tarea urgente

Diana Ochoa considera que lo primero es empezar a apoyar candidaturas, movimientos y partidos abiertamente feministas. Lo segundo es presionar para que las leyes de cuotas vigentes se cumplan a cabalidad y que entren en funcionamiento prontamente las reformas al código electoral en lo que corresponde a listas cremallera. “Sabemos que esto es algo que implica cambios culturales muy profundos, pero si logramos que cada vez haya más mujeres y movimientos feministas en instancias y espacios de toma de decisiones, estos cambios se pueden impulsar mas rápido”.

En ese mismo sentido, Jessyka Manotas, indica que se debe trabajar para hacer cambios respecto a la inclusión y participación efectiva de la mujer en la política y en otros ámbitos sociales y económicos. “¿De qué manera? Continuar avanzando en materia normativa y de política pública, incluir las discusiones sobre género en el sistema educativo, sensibilizar y cambiar discursos desde los medios de comunicación y seguir acompañando y fortaleciendo al movimiento de mujeres y sus organizaciones sociales”.

Mujeres que pueden llegar a ser la primera presidenta de Colombia

A pesar de estar en medio de una contienda electoral dominada por hombres, para las mujeres académicas y analistas consultadas las lideresas que tienen el suficiente caudal, aunque difieran en muchos sentidos, para llegar a la Casa de Nariño son: Francia Márquez, Ángela María Robledo, Claudia López, María Fernanda Cabal, Martha Lucía Ramírez, Paloma Valencia, Angélica Lozano, Íngrid Betancourt, Maria José Pizarro y Catherine Miranda.

“Todas son mujeres con fuertes liderazgo, la mayoría con experiencia en la vida pública y algunas compitiendo como precandidatas, esto es importante porque la política también se aprende haciéndola”, señala la politóloga Diana Ochoa.

Sin embargo, se necesitan todos los cambios estructurales mencionados para que sus liderazgos se fortalezcan y con el ímpetu de movimientos sociales y progresistas organizados, y así lograr la transformación para que lleguen al poder.

“Estamos Listas”, un capítulo especial
Un movimiento que se estructura para llevar el feminismo a otro nivel político es el de “Estamos Listas”, un movimiento político de mujeres que presentó su lista cerrada al Senado con 16 nombres, siendo los 11 primeros puestos ocupados por mujeres. “Esto demuestra que, incluso, muchas mujeres tampoco no se sienten representadas en los partidos alternativos de siempre y están buscando otras formas de organizarse y participar en la política nacional y subnacional”, afirma la politóloga Jessyka Manotas.
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